El sitio de Constantinopla de 626 por parte de los ávaros, con ayuda de numerosas fuerzas aliadas eslavas, y los persas sasánidas, concluyó en una victoria estratégica de los bizantinos. El fracaso del asedio salvó al imperio del colapso, y combinado con otras victorias obtenidas por Heraclio el año anterior en 627, permitió a Bizancio recuperar territorios que le habían arrebatado los persas al principio de la guerra y acabar con las destructivas guerras romano-sasánidas al firmar un tratado de paz favorable a Bizancio con las fronteras de 590.